Obligats pels insults

Baix l'anonimat molta gent s'amaga per insultar, caluminar, difamar, etc i és el que ha passat en aquest bloc. Greus insults a militants del PSPV de Beniarrés ens han posat en l'obligació de esborrar els comentaris anònims. Volem que siga un bloc obert però no per a insultar darrere d'un anònim . D'ara endavant el qui vullga participar s'haura de registrar

dijous, 5 d’abril del 2007

Creixcuda de l'Ebre

Aquest és un comunicat de la Colla Ecologista La Carrasca i d’Ecolgistes en Acció d’Alcoi que pel seu interès i per la seua actualitat reproduïm:

Davant la recent crescuda de l'Ebre, novament ens hem trobat amb determinades reaccions interessades. Per una banda, alguns mitjans de comunicació s'han dedicat a crear l'alarma social; per altra banda, altres personatges han aprofitat per a fer -una volta més- demagògia amb el transvasament de l'Ebre.

Per fer front a aquestes posicions i aclarir que és impossible (a més d'una barbaritat) que eixes aigües que "sobren" puguen emmagatzemar-se i transvasar-se, la Fundació Nova Cultura de l'Aigua i alguns especialistes vinculats a aquesta han elaborat els comunicats i articles que us adjuntem; atés el seu interés, us en recomanem la lectura i la difusió entre els vostres contactes.

I és que, com diu un dels articles: "A río revuelto... ganancia de constructores"

A RIO REVUELTO….
Hace ya unos cuantos años que en los congresos de hidrología a los que asisto o en los que me toca ser miembro de algunos de sus Comités, recomiendo, no siempre con éxito, empezarlos leyendo las conclusiones del anterior. Es una buena forma de tomar conciencia de qué en lo fundamental estamos siempre dándole vueltas a lo mismo. La hidrología, más allá de unos fundamentos científicos básicos, yo diría que es de sentido común. Sin embargo, raramente son aplicados los unos ni el otro. En las cuestiones del agua hay siempre una fuerte componente emocional, ocurre como en el fútbol. Cuando la retórica del discurso del agua comienza afirmando “el agua es vida”·, es como no decir nada, son ganas de mirar para otro lado, porque la realidad es que el agua, antes que nada, es negocio, es poder económico, es oportunismo político, son grandes dineros públicos de fácil manejo y difícil control, es demagogia, y es sentimiento fácilmente manipulables por los oráculos de la modernidad. Un ilustre académica de la Real de las Ciencias de Madrid, el profesor Ramón Llamas, tiene acuñada una frase que lo resume todo: “A río revuelto,… ganancia de constructores”. Evidentemente es una metáfora, en la que el “río revuelto” es el guirigay informativo que desde los medios se monta, y los “constructores” son todo ese mundo de intereses y oportunismos que surgen en la ocasión.
En el Seminario sobre crecidas que desde la Fundación Nueva Cultura del Agua tuve el honor de organizar en Zaragoza tras la crecida de febrero del 2003 (3000 m3/s) las conclusiones fueron las mismas que las de todos los congresos y seminarios anteriores: es un problema de ordenación de territorio.
Las inundaciones, al igual que las sequías, son fenómenos cada vez más recurrentes y de mayor intensidad que en el pasado, son problemas construidos por la codicia humana a niveles patológicos, que en este caso no cesa de invadir espacios marginales con actividades improcedentes e imprudentes. Bastaría recordar las riadas habidas en la ramblas del litoral mediterráneo, y en especial las del Vallés de 1962, las de la Rambla de Albuñol y Orcal/Overa de 1973, con cientos de muertes, y las más recientes, Biescas primero y Badajoz después. No hay en ellas más razón que la torpeza humana y la permisividad administrativa ante un complejo mundo de presiones políticas y económicas.
En general la solución al problema de los desbordamientos no está en encorsetar y encauzar todos los ríos, ni en hacer más presas, porque necesitaríamos una por cada pequeña cuenca de 200 km2, y mantenerlas después por debajo del 50% de su capacidad, que sería una sinrazón no solo medioambiental, sino económica también.
Ocasiones como las de estos días son aprovechadas sin el menor pudor por el electoralismo político desde de la más supina ignorancia. Quienes tendría que hablar estos días, no son los políticos ni los cargos de ocasión, sino los científicos, La gente tendría que oirles en sus afinidades y discrepancias; sería una forma de que el sentido común emergiera.
A esas gentes que reclaman esas aguas que sin provecho se van el mar, habría que preguntarles dónde y cómo habría que guardarlas, conducirlas y dosificarlas, y quien habría de pagar la operación. En esta ocasión la crecida la han provacado esencialmente las aguas del Arga, y en menor medida las Aragón y Ega, del resto del territorio hidrográfico de la cuenca, compuesto por pequeños ríos, arroyos y barrancos que van al Ebro. En el Arga ni en el Aragón no cabe una presa más, salvo que nos planteemos inundar Pamplona. Pero es que cuando las aguas vienen de Cantabria, o de Álava y Burgos como la del 2003, de margen derecha media/alta, del Jalón y demás ríos de la Ibérica, o del sistema Cinca / Segre… o de un frente de lluvias moderadamente intensas pero de varios días de duración, que afectan a más de la mitad de la cuenca,… ¿cuál se la solución? ¿Acaso hacer tropecientos embalses más en el conjunto de subcuencas? ¿Tal vez construyendo en el eje del Ebro otro macroembalse del tipo de Mequinenza, que en su día, en medio de un enorme drama humano sepultó 110 km del valle del Ebro? ¿Acaso recreciendo a cien metros de altura el azud de Zaragoza con un reculaje que llegaría hasta Calahorra?
La cuestión de las crecidas tiene hoy mucho de espectáculo social, alimentado desde los medios, en una sociedad que necesita el morbo diario como la droga el drogadicto. Hay problemas infinitamente más graves desde todos los puntos de vista que los daños humos y materiales de las crecidas del Ebro, sobre los que pasamos de puntillas. En todo caso como científico del tema debo insistir que no estamos ante un problema hidrológico que exija una solución de orden hidráulico sino ante un reto de ordenación del territorio, en definitiva ante un problema escaso gobierno, y de falta d voluntad política de coger el rábano por abajo, y no por las hojas.

Javier Martinez Gil